HISTORIA DEL MAQUILLAJE EN ROMA
Un peinado a la última moda; joyas en los brazos, el cuello y la cabeza; un elegante vestido de seda: todo formaba parte del aderezo personal de las damas de la antigua Roma. Pero había otro elemento de la apariencia personal al que se daba más importancia todavía: el cutis.El cuidado de la piel fue una auténtica obsesión de las romanas de clase elevada, y en torno a él se desarrolló un arte del maquillaje no menos sofisticado y lujoso que el de nuestra época.
Los cánones de la belleza romana aconsejaban a la mujer una piel luminosa, sonrosada y, sobre todo, blanca. La blancura de la piel era el supremo rasgo de distinción. Según el ideal de belleza romana, la mujer debía poseer grandes ojos y largas pestañas. En este sentido existía una preferencia por las cejas unidas sobre la nariz, efecto que se lograba aplicando una mezcla de huevos de hormiga machacados con moscas secas, una mezcla que también se usaba como máscara para las pestañas.
Eran
los sirvientes quienes se encargaban de todo, incluso del maquillaje de
hombres y mujeres por igual. Ya eran expertos en depilación,
tratamientos estéticos básicos contra las arrugas y maquillaje de ojos,
cejas y párpados.
La
función de las mujeres estaba relegado al ámbito privado –Roma es la
base de los valores patriarcales de la sociedad actual–, pero
adquirieron la costumbre de maquillarse como un signo de distinción
entre libres y esclavas, heredado de la moda griega.
Fue
Grecia la propulsora en Europa de esa cultura que buscaba la belleza
por medio del cosmético, pero Roma la llevó a todos los extremos.
Incluso había tiendas especializadas en la venta de cosméticos que se
llamaban según el nombre del vendedor. La más famosa fue la
Pigmentarius.
Aunque
la mujer en el Imperio Romano era totalmente secundaria en las
jerarquías –sus padres tenían derecho a matarlas o venderlas– el
maquillaje también era un rasgo definitorio de aquellas que habían
llegado a ostentar el poder.
La
cosmética en Roma era una industria floreciente, la lanolina, tan usada
hoy en día para la perfumería y la cosmética, era conocida por las
damas romanas. Se sacaba de la lana de las ovejas y se perfumaba
fuertemente para evitar su olor original.
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